Sobresaltado, despertaba. Sofía sacudía mis hombros,
me zamarreaba. Su rostro estaba sudado. Tenía la mirada extraviada. Su cabello
revuelto me hacía pensar que había exigido su cuerpo durante un tiempo
prolongado. ¡Despierta!, repetía sin pausas. Sin entender nada me incorporaba,
con una profunda sensación de angustia que casi me infarta.
— ¿Qué pasa? —le preguntaba.
—Pasa que tenemos que irnos lo antes posible.
— ¿Por qué?
En esos instantes el gato se aproximaba, pero no
maullaba.
—Recorría las inmediaciones, cruzando la otra
salida hay un terreno descampado.
Se había pausado, conmovida por algo que sin dudas
le había causado daño. Temblando, se tapaba la boca con las manos. Sus ojos
achinados contenían el llanto. Finalmente, lagrimeaba.
— ¿Hay un descampado? ¿Qué viste de malo?
— ¡Un montón de cuerpos cadavéricos! ¡Cientos de
restos humanos, todos apilados! El olor era tan repulsivo que me hizo vomitar. Había tantas
ratas que ni siquiera el gato se atrevía a cazarlas.
— ¿Cómo que había cuerpos apilados?
No respondía, tan solo se limitaba a llorar como
una desdichada, sin quitarse esas manos temblorosas que cubrían buena parte de
su cara. Una idea macabra me atormentaba. Siguiendo mi instinto besuqueaba su
frente y le daba la espalda. Me acercaba al ataúd que me había servido de resguardo.
El cajón no estaba cerrado. Usando la mano izquierda cubría mis orificios
nasales. Finalmente levantaba la tapa y me quedaba espantado: en el interior
había un drone, completamente despedazado. No podía reaccionar, pero soltaba la
tapa y el cajón se cerraba. A mis espaldas, Sofía lloraba. Me volteaba para abrazarla.
Humedecía mi camisa con sus lágrimas. Me había vestido poco antes de tirarme en
la alfombra. El gato maullaba. Rita no estaba. Eso también me desesperaba. Tomando
su mano izquierda la apartaba. Se me había secado la garganta. Los aparatos
desgraciados ni siquiera respetaban a los muertos que en paz descansaban. Definitivamente
estábamos condenados a llevar una vida nómada, pero los drones ya no eran una
amenaza.
FIN DEL CAPÍTULO I
FIN DE “DRONES, LA INVASIÓN”
Continuará… en otra bitácora