La mañana
siguiente trepaba por la pared medianera de mi terreno. Necesitaba echarle un
vistazo a los patios linderos. Si mal no recordaba en uno de ellos había tres
ciruelos. Poco antes de lanzarme a la casa vecina, oía voces de niños. Soltando
el muro caía en la superficie de mi terreno. Respirando aliviado de que había salido
ileso me adentraba en mi casa sabiendo que mis vecinos seguían vivos. Un poco cansado
me echaba en el sofá del living para quedarme quieto. El televisor estaba apagado.
Algo me decía que debía encenderlo. Sin mover el esqueleto le daba encendido con
el dispositivo. Curiosamente la pantalla se había ennegrecido. Alternaba los
canales pero no había otra cosa que ese fondo sombrío. De pronto aparecían
palabras rojizas. ¡Raza humana: si no quieren ser liquidados entreguen lo que exigimos! Maldita sea, era un comunicado de los drones asesinos. La luz se cortaba.
Me había quedado tieso, con el estómago revuelto, tanto era así que hasta me
parecía insensato saltar el muro medianero en busca de los frutos de mis
vecinos.