La mañana
siguiente trepaba por la pared medianera de mi terreno. Necesitaba echarle un
vistazo a los patios linderos. Si mal no recordaba en uno de ellos había tres
ciruelos. Poco antes de lanzarme a la casa vecina, oía voces de niños. Soltando
el muro caía en la superficie de mi terreno. Respirando aliviado de que había salido
ileso me adentraba en mi casa sabiendo que mis vecinos seguían vivos. Un poco cansado
me echaba en el sofá del living para quedarme quieto. El televisor estaba apagado.
Algo me decía que debía encenderlo. Sin mover el esqueleto le daba encendido con
el dispositivo. Curiosamente la pantalla se había ennegrecido. Alternaba los
canales pero no había otra cosa que ese fondo sombrío. De pronto aparecían
palabras rojizas. ¡Raza humana: si no quieren ser liquidados entreguen lo que exigimos! Maldita sea, era un comunicado de los drones asesinos. La luz se cortaba.
Me había quedado tieso, con el estómago revuelto, tanto era así que hasta me
parecía insensato saltar el muro medianero en busca de los frutos de mis
vecinos.
Autor: Juan Manuel Giaccone / Contacto: giacconecontadores@gmail.com
jueves, 31 de diciembre de 2015
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #8)
Frustrado,
regresaba a casa con las manos vacías. Pese al fiasco, saciaba la imperiosa
necesidad de alimentarme tras recordar que había almacenado tres turrones en la
alacena de la cocina. Aquella noche navideña el destino antojadizo quiso que mi
tío los rechazase. Recuerdo cuando le dije: “llevatelos para cuando no tengas
nada en la heladera”. Finalmente se habían quedado conmigo para sosegarme. ¿Qué
sería de él? No podía contactarle. Me mortificaba sobremanera no poder comunicarme
con mis familiares. Pasaba un calvario. La soledad me ofuscaba demasiado. Me
sentía más solitario que aquel perro escuálido que casi me come la pierna de un
mordisco. A pesar de tanta desgracia, una paloma blanca se había metido en mi cocina.
Estaba desorientada. Era casi un hecho que un drone había querido aniquilarla.
Por momentos me juntaba con ella, porque casi no se movía, pobrecita, si hasta
parecía una estatuilla. Cada vez que la observaba divagaba con que me decía: ¡mira
en lo que nos han metido! Vaya extrañeza, nos comunicábamos sin hablarnos. ¿Era
acaso una de las pocas sobrevivientes? Estaba sola, como yo, que ya llevaba
varios días sin ver a mi novia. Mi pareja se llamaba Josefina. La extrañaba en
demasía. Quizá podía relajarme tomando mates en la cocina, pero como dice el
tango, “ni yerba de ayer secándose al sol”, tenía. Mi vida era una verdadera
pesadilla.
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #7)
La tarde
siguiente junté coraje para salir a la vereda. Con decisión atravesaba el
umbral de la puerta. Al menos necesitaba pisar las baldosas de la acera. Mi
casa ya era un presidio insoportable, pero mi estómago estaba hambriento. A
pocos metros de la esquina advertía la presencia de un perro escuálido. Estaba
solo, tal vez más abandonado que su sombra pasajera. Sus costillas sobresalían
como piernas. Rozando las paredes con el hombro derecho recorría las veredas
para verlo de cerca. Repentinamente otro perro esquelético se lanzaba sobre mis
piernas. Mis reflejos seguían funcionando, evitando una mordedura en la
pantorrilla izquierda. Desesperado lograba apartarme unos metros. El balcón de
la casa vecina podía preservarme de los colmillos carniceros. Sin embargo otros
tres perros se sumaban a la cacería y me deseaban la muerte con sus ladridos frenéticos.
Tenían los ojos endemoniados. Me tiraban tarascones, saltando con ligereza. El
metro y medio de altura que me separaba de la vereda salvaguardaba mis piernas.
En otras circunstancias me hubiesen ignorado, pero estábamos famélicos. Más que
perros parecían fieras, como si el hambre les doliera. ¿Te ha dolido el hambre
alguna vez? Yo lo estaba padeciendo. Habré permanecido no menos de un par de
horas aguardando que esos desgraciados desistieran de comerme, colgado de las
barandas como una araña inquieta.
miércoles, 30 de diciembre de 2015
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #6)
25 de
noviembre de 2075. ¡Horror! La hambruna global se aceleraba. El mundo se
acongojaba ante el primer caso de canibalismo. La gente no salía de sus
hogares, tenía pánico. Los marginados del sistema buscaban refugio donde podían.
La virgen de una capilla mexicana lloraba sangre. Las baterías cotizaban más
caro que el agua potable. Por mi parte ya llevaba un día sin comida.
lunes, 28 de diciembre de 2015
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #5)
17 de noviembre de 2075. Los drones comenzaban a
ejercer un dominio absoluto sobre las centrales eléctricas. También sobre gran
parte de los satélites artificiales. La población mundial perdía toda clase de
conectividad. Los periódicos no circulaban. Las bolsas de comercio se
desplomaban. La tecnología dejaba de servir al hombre y el ser humano entraba en
una crisis existencial. Los índices de delincuencia se multiplicaban. Las
fuerzas policiales colapsaban. No había programas de televisión, menos aún
existía el Internet. Los hospitales no hospitalizaban. El suministro eléctrico escaseaba.
Los alimentos se descomponían hasta la putrefacción. Unos astronautas
registraban con sus cámaras las primeras imágenes de un planeta oscuro y
hostil. Vaya realidad, dependíamos tanto de la tecnología que sin ella apenas
podíamos respirar.
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #4)
15 de
noviembre de 2075. La
Real Academia Española (RAE) lanzaba, por todos los medios
disponibles, el siguiente comunicado:
“Estimados hispanohablantes del mundo entero: atentos a las desgracias
que nos aquejan, rectificamos el documento que, en el mes de octubre de 2014,
aprobó e incorporó la palabra “drone” a nuestro diccionario. Desde luego,
solicitamos las disculpas correspondientes".
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #3)
Richard
Ferguson, prestigioso psiquiatra, titular de la Asociación Mundial
“Sanos Mentales”, con sede en Bruselas, ponía de manifiesto en una entrevista
radial, el 3 de noviembre de 2075:
“Los drones autónomos, mal llamados “águilas del infierno”, son
productos humanos y, como tal, debemos responsabilizarnos de sus desaciertos.
Los errores de los drones son errores nuestros. Aunque parezca mentira hemos
observado que tienen sentimientos y cada día surgen especies nuevas. Tema
aparte es el fanatismo que han despertado en ciertos sectores de nuestra
sociedad, que ya han comenzado a alabarlos y considerarlos seres sagrados
enviados por un Dios Supremo. Necesitamos asistir al mundo entero pero, por el
momento, no disponemos de tal financiamiento. Es un asunto muy serio que
requiere de máximo tratamiento”.
domingo, 27 de diciembre de 2015
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #2)
Mediados de
octubre de 2075. Los biólogos más destacados exigían, frenéticos de rabia, la inmediata
protección de las pocas especies de aves que, a duras penas, habían sobrevivido
al exterminio. Por su parte, las fuerzas militares estadounidenses aguardaban
con impaciencia la bendita orden de fuego que las lanzara a la guerra. Es que
los científicos más sobresalientes habían detectado que los drones se
reproducían como si ya nadie pudiera detenerlos. Pese a tanto conflicto externo,
se registraban no menos de quinientos saqueos a lo largo y ancho del mundo
entero. Y más lejos en el espacio, no en el tiempo, la civilización humana, que
desde hacía una década habitaba Marte, alertaba a las autoridades
aeroespaciales la aparición de objetos ajenos. Hasta los religiosos reclamaban
explicaciones que, hasta ese momento, nadie podía darles, ni siquiera los
santos del cielo.
DRONES, LA INVASIÓN (EPISODIO #1)
Septiembre de 2075. Miles y miles de vehículos
aéreos tomaban el poder de los cielos. Pocas especies de aves lograban
sobrevivir a su nefasta fuerza de exterminio, brutalmente impuesta tras
liberarse de los sistemas de mando que dominaban aquellos seres humanos que se
creían sus dueños. Aquellos aparatos negros como la noche, conocidos como
drones desde comienzos del siglo tecno, desarrollaban autonomía de vuelo.
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